Alicia Martos
Psicóloga Especialista en Comportamientos Huamanos

Por supuesto, el tamaño del salario sí que importa. Sin embargo, las estadísticas más recientes, realizadas con una muestra importante de profesionales, nos dicen que: el 91% de los empleados considera que tener un buen líder es fundamental para desempeñar su profesión y a pesar de ello, el 58% de los empleados españoles consideran que tienen un mal dirigente.

Ante este desafío, el estudio apunta que las empresas han empezado a implementar, o a dar más prioridad, a la formación en habilidades de liderazgo de cara a este año 2024. Pero no vale cualquier liderazgo. Los aspectos que más se valoran en un ‘superior’ son: una buena comunicación con el equipo (76,5%), la empatía (74%), que sea accesible y transparente (71,7%) así como su capacidad para delegar demostrando confianza (69%).

La ciencia también ha aportado su granito de arena resolviendo el eterno debate: ¿el líder nace o se hace?

La evidencia sugiere que tanto los factores genéticos como los ambientales desempeñan su importancia en el desarrollo de una personalidad influyente.

Si bien es cierto que ciertos rasgos, como la autoconfianza, la comunicación efectiva y la empatía, pueden influir en la predisposición natural para que una persona asuma un rol de líder, el entorno y las experiencias juegan un papel significativo para interiorizar habilidades de liderazgo.

Todos tenemos la capacidad de ejercer liderazgo en diferentes aspectos de nuestras vidas, ya sea en un entorno más profesional, comunitario o personal. El liderazgo no se limita a los roles formales de una organización, sino que también se manifiesta a través de pequeñas o grandes acciones, actitudes que inspiran, motivan y guían a quienes le rodean.

Quizás la pregunta más relevante no sea el origen del liderazgo, sino cómo se define y qué se ha demostrado que funciona.

Tradicionalmente un líder se ha asociado a una persona inteligente, ambiciosa, orientada a resultados, a un ser eminentemente racional, dominante, estratega, capaz de tomar decisiones instantáneas y hacer que éstas se cumplan. Alguien que manda, empuja, impone, que despierte autoridad, respeto… ¿o quizás era miedo?

Decía Albert Einstein que: “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”. Así, la característica fundamental del liderazgo es la coherencia, que tu entorno funcione por referencia, por admiración, por contagio. Para ello, es primordial ser auténtico, alineando nuestra misión y acción con nuestros valores y principios.

Convertirse en un líder eficiente no va de decirle a la gente lo que tiene que hacer, su rol será el de influir, inspirar, ilusionar, despertar la curiosidad, apoyar, motivar, comunicar, escuchar, incentivar, sacar lo mejor de cada uno y no tratar a todo el mundo por igual, no hay nada más injusto en ello.

Un buen líder sabrá adaptarse a lo que cada persona de su grupo necesita, y a la forma en la que sabe que cada uno rendirá mejor y se sentirá más cómodo haciéndolo, eso pasa por la generosidad, por un abandono total del ego, por dejar de querer brillar y comenzar a iluminar. Por tanto, requiere de sensibilidad y de un profundo conocimiento de la mente humana, de las emociones, de los estilos de personalidad, de empoderar fortalezas y enmendar debilidades.

Es más, en entornos dinámicos y colaborativos, se ha observado que el liderazgo puede ser emergente, es decir, surge de manera espontánea en cualquier miembro de un grupo, independientemente de la jerarquía o del estilo de personalidad, así, el liderazgo se distribuye y esparce en ese equipo en función de las circunstancias y necesidades, aprovechándose de las mejores habilidades de cada uno en diferentes momentos.

En el panorama empresarial actual, los líderes visionarios que reconocen la importancia de equilibrar el crecimiento económico con la responsabilidad ambiental y social es el que está marcando el rumbo hacia un futuro más sostenible. Reducir el impacto medioambiental, fomentar la equidad social y la cultura de la innovación, promoviendo la eficiencia económica, se ha convertido en todo un reto a día de hoy. Todo ello implica la creación de alianzas estratégicas, basadas en valores compartidos y en la honestidad y transparencia empresarial de toda la cadena de valor.

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