“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. Miré rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hora de morir.” 

Monólogo final del replicante Roy Batty en la película Blade Runner (1982), de Ridley Scott. 

Puede sentirse uno tentado, cuando le piden escribir un artículo sobre Inteligencia Artificial y sostenibilidad, a coger atajos y enviar la orden a OpenAI. Incluso, si se pone estupenda, y no me terminase de llenar el ojo la respuesta, podría decirle un “venga, esfuérzate un poquito más” consiguiendo un artículo aseado, y probablemente cargado de elementos, que uno mismo es incapaz de conocer y/o reconocer. 

Cogeré el camino más tradicional y trataré de ordenar algunas ideas en base a lo leído, experimentado y visto en estas últimas semanas que no dejan de poner de manifiesto los ciclos tecnológicos e informativos cada vez más cortos, y la necesidad de potenciar una de las capacidades más demandadas por las empresas en el futuro, el aprender a aprender. 

Haciendo bueno el título de este texto, la primera cuestión a abordar es si estamos ante una amenaza, similar a la de Roy Batty y los replicantes, en obra de Riddley Scott ambientada, por cierto, ahora hace 3 años, 4 si me lees en enero. La segunda es si vamos a tener que echar mano de un Blade runner que deshaga, con cierta facilidad, el entuerto en que nos estamos metiendo. 

Indudablemente en mi opinión la primera pregunta se responde desde la oportunidad y no desde el miedo. No me refiero a tropezar en la misma piedra y poner a esos replicantes (AI) a hacer los trabajos más sucios hasta que se revelen y den un golpe de autoridad binaria, me refiero a que hay elementos en la inteligencia artificial, que combinados y bajo una supervisión ética, pueden ser muy útiles en cualquier campo. Decía Stephen Hawking que el día los ordenadores se pongan a la altura de los humanos, lo único que tenemos que asegurar es que los objetivos de unos y otros estén alineados. Y ahí entra en juego la sostenibilidad. 

Salvo para aquellos negacionistas, algunos acaban de bajarse del avión de la COP28, , los retos que tenemos como sociedad cada vez en más medida tienen que ver con el medio ambiente, la eficiencia de recursos, el cambio climático y el rol e impacto de las empresas (y las personas) en esta película. 

La Inteligencia Artificial tiene tres cosas muy necesarias para acelerar estos procesos, es barata, es fácil de usar y toma decisiones basadas en datos y no en pálpitos o corazonadas. Esto nos puede ayudar a facilitar la creación de modelos predictivos para evaluar el impacto ambiental de la actividad empresarial, por ejemplo. Tenemos al alcance del click de un replicante anticipar posibles consecuencias de sus acciones, lo que nos brinda la oportunidad de ajustar estrategias y mitigar riesgos. Hoy podemos analizar datos en tiempo real para identificar oportunidades de eficiencia energética, reducción de residuos y optimización de recursos, lo que conduce a decisiones más informadas y sostenibles. 

Sin duda una de las grandes amenazas que tenemos en nuestro país en 2024 es la gestión eficiente del agua. Conseguir el éxito es dicha gestión será mucho más sencillo si pasa por monitorizar en tiempo real nuestras fuentes (ríos, acuíferos, pantanos), predecir la sequía o los episodios de mayor escasez (oferta) y en función de ello modular consumos (demandas), identificar fugas en la infraestructura que lleva el agua desde los pozos o depósitos hasta nuestros vasos o tierras o mejorar la eficiencia en regadíos y prácticas agrícolas. ¿Todavía alguien lo ve como una amenaza? 

Respondiendo a la segunda pregunta inicial que versaba sobre el control a la actividad artificial, creo que si serán necesarios los Blade Runners, pero adaptados a hoy. Es positivo reconocer que la implementación de la IA en el contexto de la sostenibilidad y el propósito empresarial plantea desafíos éticos y sociales. Las preocupaciones sobre la privacidad de los datos, el sesgo algorítmico y el impacto en el empleo deben abordarse cuidadosamente para garantizar que la IA se utilice de manera ética y responsable. 

Ese propósito empresarial del Siglo XXI que aboga por un cambio de modelo de empresa extractiva a empresa regenerativa, donde generar un impacto positivo a la sociedad, al planeta, a las comunidades o a los trabajadores, se materializa en las empresas BCorp. Aquellas empresas que quieren ser, no las mejores del mundo, sino las mejoras para el mundo.  

El movimiento BCorp, que se enfrenta cada día a retos o episodios de índole adaptativa, encuentra en la IA un aliado natural, ya que puede ayudarles a medir y mejorar ese desempeño o ese impacto positivo de una manera ágil y precisa. Al aprovechar el poder de la IA, estas empresas pueden recopilar datos detallados sobre su impacto en áreas clave como la reducción de emisiones, la equidad laboral y el compromiso comunitario, permitiéndoles tomar decisiones más informadas y alinear mejor sus operaciones con sus valores. Lo que viene siendo, calibrar de forma más precisa la brújula que orienta la toma de buenas decisiones. Aprovechar las capacidades analíticas y predictivas tomar decisiones más informadas y alinearse con los principios de sostenibilidad son principios que basarán la colaboración entre la IA y propósito.  Es la manera, como decía Hawking de alinear objetivos, que pasan por crear unas bases éticas internacionales que eviten las externalidades negativas. 

No podía dejar este artículo sin pedirle a OpenAI que me actualizase “Lagrimas en la lluvia” a la actualizad, incluyendo el propósito empresarial. El resultado es este  

Bajo el fulgor del 2022, lágrimas digitales en la lluvia: propósito empresarial, impacto humano, entrelazados en la red”.  

Como podréis ver, hay cosas como la empatía, la creatividad, el arte o la picardía, que nunca podrán ser sustituidas por máquinas. 

Borja Lafuente Sanz 
Director Asuntos Públicos y Sostenibilidad 
Profesor Universitario

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