La reciente publicación de modelos de lenguaje de gran tamaño (en inglés Large Language Models o LLMs), especialmente desde el lanzamiento de ChatGPT por OpenAI, ha marcado un antes y un después en la historia de la inteligencia artificial (en inglés Artificial Intelligence o AI). Este hito ha sido tan significativo que la revista Nature lo resaltó como “una de las once personalidades más influyentes en la ciencia en 2023″ (Nature, 2023).
La AI, en términos de impacto, es comparable, desde mi punto de vista, a la democratización de la electricidad y de internet. Sin embargo, la colaboración entre la capacidad analítica de la máquina y el juicio crítico del humano es aún fundamental. Los LLMs están evolucionando para requerir menos supervisión humana, pero el conocimiento experto sigue siendo esencial (Brynjolfsson & McAfee, 2014).
Pese a que los expertos en entrenar LLMs requieren de amplios conocimientos, una vez entrenado, su uso por parte de un profesional de otro ámbito es sencillo. Así, se abre una puerta a todas las profesiones para sacar partido de la AI aumentando la productividad y la eficiencia, y ampliando el abanico de conocimientos dentro de las empresas. Y lo más importante, para lograr todo lo anterior no se requieren conocimientos en desarrollo informático.
Concretamente en el ámbito de la sostenibilidad, la AI se puede aplicar principalmente en dos áreas: la mejora de procesos y la mejora de herramientas.
Mejora de Procesos: la AI puede actuar como consejera, planificadora, diseñadora o gestora de información, optimizando la eficiencia de procesos y reduciendo impactos ambientales (Rockström et al., 2009). Esto no sólo amplía las capacidades de cualquier empresa sino que además permite que los recursos propios pasen de utilizarse en labores de recopilación y análisis a utilizarse en el pensamiento crítico y estratégico.
Mejora de herramientas:las herramientas de SaaS (del inglés Software as a Service) han pasado de ser bases de datos a sistemas de análisis bidireccional, como se observa en la automatización de evaluaciones ambientales (Hoppmann et al., 2019) o de huellas de carbono. Es decir, el humano ya no tiene que introducir datos para alimentar las herramientas sinó que introduce documentos y las herramientas “sabrán” qué información es útil para realizar su cometido. Mientras que hasta ahora, gran parte del esfuerzo de la realización de estas evaluaciones radicaba en la recopilación de la información, ahora han empezado a salir herramientas (algunas gratuitas) que, simplemente subiendo las facturas del año, devuelven una huella de carbono de la organización en el año dado. Los resultados quizás no son tan perfectos como si los hubiera hecho un humano, sin embargo, son suficientemente buenos para ser utilizados para planificar y reducir los impactos de la actividad llevada a cabo.
Así pues, la AI se vuelve un apoyo para los profesionales pero también puede ser una amenaza para los que no la abracen. Por un lado, ofrece a los profesionales de la sostenibilidad herramientas para optimizar tareas y concentrarse en iniciativas estratégicas, especialmente en medianas y grandes empresas (Porter & Heppelmann, 2015). Por otro lado, la presencia de profesionales de la sostenibilidad ya no es un requisito indispensable para que las organizaciones que no dispongan de este perfil (Micro y pequeñas empresas) puedan crear políticas y planes básicos de mejora para empezar a contemplar la sostenibilidad en su estrategia de negocio. A su vez, los profesionales de la sostenibilidad cuentan con herramientas que permiten ahorrar tiempo en aquellas tareas más recurrentes y con menos valor añadido para así centrarse en aquellas tareas más estratégicas y con más valor añadido.
La integración de la AI en la práctica de la sostenibilidad es una oportunidad para transformar las operaciones empresariales hacia un enfoque más sostenible (Vinuesa, 2020). Con todo, cada vez existen menos excusas para no considerar la sostenibilidad en las acciones diarias en el lugar de trabajo. Esperemos que los distintos agentes aprovechen esta tecnología para bien, y que los profesionales de la sostenibilidad no duden en utilizar esta nueva tecnología a su alcance para acelerar el cambio que necesitamos que ocurra antes del fin de esta década.
Jaume Albertí
investigador en Procesos de Economía Circular y Sostenibilidad Corporativa