Albert Sorrosal, Coordinador y Editor en KnowUrbanNet, nos comparte su visión sobre los desafíos que enfrenta Barcelona para convertirse en una ciudad de 5 millones de habitantes, abordando temas clave como la planificación urbana, la sostenibilidad, la gobernanza de datos y el papel de las universidades en la innovación urbana.

¿Cuáles son las principales recomendaciones para que Barcelona afronte con éxito este reto de convertirse en una ciudad de 5 millones de habitantes?

A ver, si me permite ser un poco provocativo, yo creo que el problema es que ya es una ciudad de 5 millones, Barcelona, pero la gobernanza está repartida entre decenas y decenas de municipios, y este es el problema. Es decir, la conurbación urbana de Barcelona son 5 millones, con algunos espacios interurbanos y algún pequeño parque natural en medio, pero la realidad es que esa ciudad ya existe.

Entonces, para mí el reto es cómo se gestiona este espacio con una multiplicidad de administraciones voluntarias y muchas veces con visiones políticas y estrategias que no son compartidas. Este para mí es el gran reto y, en fin, yo creo que lo importante es que empiece a haber ya una conciencia de que debe encontrarse una solución, porque si no, digamos, unas ciudades o unos territorios luchan contra otros dentro de esta conurbación.

El municipio de Barcelona está muy vinculado, por ejemplo, al ámbito de movilidad, y esto afecta a todas las personas que viven fuera del municipio, pero dentro de la conurbación, y que van a trabajar o a visitar la ciudad. Entonces, esto es lo que, de alguna manera, empieza a estar encima de la mesa. ¿Cómo gobernamos esta realidad?

En definitiva, las administraciones juegan un papel clave en lo que es el desarrollo urbano. Al respecto, ¿qué estrategias cree usted que deberían adoptar para fomentar ciudades más sostenibles, resilientes e inteligentes?

Yo creo que en estos momentos los dos mayores problemas que tiene la conurbación son, por un lado, la movilidad, que al no disponer de una red de movilidad a nivel interurbano, en toda la conurbación, sostenible, sobre todo por un sistema de ferrocarriles que no funciona adecuadamente y que además es muy radial.

Y yo creo que esto es uno de los grandes retos medioambientales que hay. O solucionamos la movilidad, o será muy difícil reducir todo lo que es, sobre todo, la contaminación motivada por los vehículos.

Y luego el otro gran problema que tiene, que a lo mejor no va tan vinculado a lo que sería un desarrollo sostenible, pero que es el tema de la vivienda. En la medida que no hay posibilidades, muchas veces, de encontrar vivienda cerca del lugar de trabajo, y de nuevo la movilidad se convierte en un elemento imprescindible que no funciona correctamente. Entonces, por lo tanto, todo esto genera un tráfico desbocado, con contaminación acústica y del aire importante, con un consumo energético brutal, y por lo tanto esto no está funcionando.

El tema de movilidad también afecta a todo lo que son las mercancías. Esta conglomeración tiene una barbaridad de industrias importantes en Europa y, sin embargo, no tiene transporte de mercancías con sistemas sostenibles que funcionen, con lo cual hay circulaciones de miles y miles de camiones hipercontaminantes.

Entonces, yo creo que ahí está para mí la clave más importante. Si resolvemos la movilidad, y esto tiene que ser un proyecto a largo plazo, pero si empezamos a trabajar para resolver la movilidad con esa perspectiva de 5 millones, de ciudad ampliada, yo creo que puede convertirse en una ciudad sostenible en el 2050, si Dios quiere. No antes, pero bueno, hay que empezar a trabajar en esa línea.

De acuerdo. Y en términos de urbanización y ciudades del futuro, ¿qué tendencias cree que marcarán el desarrollo urbano en los próximos años? ¿Y cómo debería adaptarse Barcelona para ser el líder en estos cambios?

Bueno, no sé por qué. Tampoco tiene por qué ser líder en estos cambios. Es decir, parto de la premisa de que el objetivo de Barcelona no es necesariamente ser líder. Yo creo que en estos momentos, si no resuelve la gobernanza, es una dificultad en promover la innovación tecnológica de verdad, a todos los niveles en la ciudad, en la ciudad, en la conurbación. Insisto, cuando hablo de la ciudad, hablo de una ciudad de 5 millones.

Para conseguir ser, si no líderes, como mínimo, una ciudad puntera en lo que es el desarrollo urbano sostenible e inteligente, Barcelona tiene que atacar no solo la tecnología, no solo la movilidad, tiene que atacar otros problemas fundamentales como la exclusión social, como la vivienda, como el hecho de ser capaces de captar talento, talento innovador.

Por lo tanto, un sistema de universidades y de centros de investigación potente, con buena interacción con las empresas. Hay un montón de retos impresionantes que creo que se están atacando de manera fragmentada y con poco recurso.

Por lo tanto, falta mucha inversión para que Barcelona pueda llegar a ser una de las ciudades punteras en Europa. Pero líder, yo lo veo, no lo veo. Con perdón, no quiero ser pesimista, pero no veo a Barcelona líder en estos temas en los próximos 20 años. De acuerdo. No sé qué te han dicho otras personas. Yo soy de Barcelona, soy orgulloso de ser de Barcelona y amo mucho a mi ciudad, pero debería ser realista. Es muy difícil en el contexto de gobernanza actual poder llegar a estos retos en los próximos 20 años. Yo me conformaría con dar pasos adelante y no quedar más atrás de lo que ya estamos.

Claro. Y en todo caso, ¿cuál cree que debería ser el papel de las universidades y los centros de investigación? ¿Qué papel deberían tener en la planificación urbana y cuáles serían sus contribuciones para construir una ciudad más innovadora y más sostenible?

Yo creo que lo que nos falta es interacción entre universidades, administración y empresas. Yo creo que eso es lo que este ecosistema todavía no está bien trabajado. Entonces, las universidades pueden hacer una buena contribución, pero siempre y cuando no se quede en una investigación pura y dura, sino que esa investigación se haga en estrecha colaboración con el sector privado, con el tercer sector también, con todo lo que es el sector social, y con las administraciones públicas.

Y por esto, esta grandísima fragmentación de administraciones públicas en un territorio pequeño es lo que yo creo que impide unas políticas claras. El gobierno catalán tiene dificultades para tener recursos para ponerlos a fondo en este tema, y las administraciones locales están fragmentadas y tienen muchísimos retos mucho más cotidianos. Y por lo tanto, el papel de las universidades queda todavía lejano de lo que sería un papel de punta de lanza en propuestas innovadoras de desarrollo sostenible. Yo creo que no estamos ahí todavía.

¿Qué modelos de ciudades a nivel global considera que pueden servir de referencia?

Yo creo que estamos en un momento interesante a nivel mundial en el que hay pocos modelos que puedan ser realmente transferibles a otras partes del mundo. A ver, hay ciudades como, por ejemplo, Ámsterdam. Yo creo que Holanda puede ser un buen ejemplo en tema de movilidad sostenible, pero también es verdad que no estamos en Ámsterdam.

Es decir, no estamos en los Países Bajos, Barcelona es una montaña. Es decir, que aquí, si uno quiere coger la bicicleta y ir desde una punta a la otra, la ciudad tiene que hacer una ascensión de 300 metros o 400, con lo cual una persona, dependiendo de qué edad, no lo va a poder hacer nunca. Es decir, la geografía, el clima, la cultura influyen mucho. Entonces, yo no veo, de momento, no veo ciudades. Yo creo que Barcelona lo que sí puede hacer es contribuir a encontrar un modelo mediterráneo de ciudades parecidas.

Y aquí podríamos encontrar desde Marsella, Roma, Valencia, incluso más lejos, Atenas, que tienen retos parecidos y que entre todos pueden llegar a construir este modelo mediterráneo de ciudad sostenible. Pero no se puede importar, digo Ámsterdam por decir algo, no se puede importar modelos del norte de Europa porque no funcionan ni culturalmente, ni geográficamente.

Por ejemplo, Málaga, como ecosistema innovador, ha hecho un trabajo extraordinario en los últimos años, y Barcelona, que teóricamente debería tener más capacidades, no ha sido capaz de llegar a esos niveles. A lo mejor podemos colaborar en este aspecto concreto. Y Valencia, por ejemplo, también tiene un trabajo muy interesante. Esta red de ciudades mediterráneas, y desde luego no solo españolas, sino de todo el Mediterráneo, colaborando juntas, yo creo que pueden hacer una contribución para encontrar un modelo adaptado al territorio.

Pero, en fin, no veo un modelo mundial que me atraiga mucho.

¿Qué puede ser, en todo caso, aplicable para todas las ciudades? Porque estoy totalmente de acuerdo en que cada una tiene sus propias necesidades, sus propias características.

A ver, yo creo que hay ciudades parecidas. Por ejemplo, Barcelona puede ser una ciudad parecida a la nuestra. Valencia también, aunque un poco menos, pero también tiene una conurbación importante y bastante industria. Bueno, yo creo que hay ciudades que, en cuanto a gobernanza, tienen desafíos similares.

Llegan millones y millones de personas a la ciudad cada año para realizar estancias muy cortas, y esto afecta a todo. Afecta a la movilidad, a la estructura del puerto, al tema de la vivienda, al coste de la vivienda en la ciudad, y afecta al tipo de economía que tenemos. Yo creo que Barcelona lo tiene todo, para bien y para mal. Es decir, una economía muy dinámica, muy potente, muy diversificada, pero eso también genera unos retos brutales.

Y luego, lo que sí tiene Barcelona es un crecimiento de población muy grande, que también es muy difícil de gestionar, sobre todo con población venida de otros lugares. Entonces, esto es un reto tras otro, son capas de retos muy, muy grandes que solo se pueden abordar con una mente muy abierta y con una gran colaboración entre todos los involucrados.

Y yo creo que todavía estamos lejos de ahí. No veo que estemos cerca de esta colaboración público-privada seria, más allá de visiones políticas concretas y de egoísmos económicos de otros, de la voluntad de ganar dinero por ganar dinero, sin pensar en el impacto que puedan tener ciertos tipos de negocios. Y las administraciones no están siendo capaces de regular los mercados. En fin, son retos muy importantes que tenemos encima de la mesa. Y en definitiva, son diversos factores que se deben, en todo caso, evaluar.

Las administraciones en el sur de Europa, en general, tienen un reto importante, que es empezar a pensar a largo plazo. No podemos planificar la Barcelona del 2030. El 2030 es mañana, es hoy mismo. Tenemos que pensar en la Barcelona del 2050. Y para eso hace falta un cambio de mentalidad muy importante a todos los niveles.

Por lo tanto, el alcalde de Barcelona tiene en mente cómo conseguirá ser reelegido en 2027, pero desde un punto de vista de visión de ciudad, tendrías que coger al alcalde de Barcelona y decirle: “No, oye, olvídate del 2027, vamos un momento a pensar en la Barcelona del 2050, donde por cierto, tú ya estás jubilado”. Se escapa de tu mandato y del siguiente, y del siguiente, y del siguiente.

Pero si no empiezas ahora a construir y a poner los cimientos de esta Barcelona 2050 de una forma consensuada con todos los actores del territorio, no vas a poder, no vamos a llegar a lo que tenemos que llegar. Y además, como alcalde, tu municipio se ha quedado pequeñito. Tienes que ponerte de acuerdo con al menos 50 o 60 alcaldes. ¡Guau! Entonces, esto es un reto todavía muy complicado.

Lo bueno es que se empieza a poner encima de la mesa. Yo creo que el gran cambio que he visto en los últimos años es que esto empieza a estar encima de la mesa. Ni que sea porque primero empezamos con los ODS, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, que ya es aquí mismo, con los Objetivos de Descarbonización 2050 que marca la Comisión Europea. Bueno, el hecho de pertenecer a la Unión Europea nos está obligando a hacer estas reflexiones y yo creo que esta parte es positiva. Empieza a verse un cierto cambio de tendencia en la mentalidad de la gente.

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