Cada invierno, se reportan casos de intoxicaciones por monóxido de carbono, un gas invisible y letal que puede acabar con una vida en cuestión de minutos. Aunque parece un problema reciente, la relación entre este gas y los humanos tiene raíces que se remontan a los orígenes de la vida en la Tierra.
Una herencia de hace millones de años
Hace más de 4,000 millones de años no había presencia de oxígeno en el aire y los primeros organismos vivían en condiciones extremas, adaptándose a lo que estaba disponible.
Algunas de estas formas de vida, como los microorganismos arqueas, usaban monóxido de carbono como fuente de energía. Para ello, desarrollaron una proteína llamada protoglobina, que podía atrapar este gas para usarlo.
Con el tiempo, la vida evolucionó y surgieron organismos más complejos. Cuando apareció el oxígeno en la atmósfera, las antiguas proteínas cambiaron para adaptarse al nuevo ambiente, dando lugar a la hemoglobina, la molécula que hoy transporta oxígeno en nuestra sangre.
Sin embargo, nuestra hemoglobina todavía conserva la capacidad de unirse al monóxido de carbono, lo que puede ser mortal, ya que este gas impide que el oxígeno llegue a nuestras células.
Peligros del monóxido de carbono
El monóxido de carbono se produce al quemar combustible como gas, madera, carbón o gasolina, especialmente en espacios cerrados. Es incoloro, inodoro e insípido, lo que lo hace muy difícil de detectar.
Al inhalarlo, se une a la hemoglobina de nuestra sangre mucho más rápido que el oxígeno, bloqueando su transporte y dejando a nuestros órganos sin aire para funcionar.
Por esta razón, cada año se registran miles de intoxicaciones y muertes en todo el mundo, muchas de las cuales podrían evitarse con medidas simples, como instalar detectores de monóxido de carbono y ventilar correctamente los espacios.
Según La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), se estimó un promedio de 125 muertes anuales por intoxicación con monóxido de carbono. En 2024, sólo en el primer día del año, se reportaron cinco fallecimientos por esta causa
¿Cómo podemos protegernos?
Aunque entender la conexión entre la evolución y el monóxido de carbono es interesante, lo más importante es saber cómo prevenir intoxicaciones:
- Instalar detectores de monóxido de carbono: Estos dispositivos son económicos y pueden alertar sobre niveles peligrosos de gas.
- Mantener los equipos de calefacción y cocina en buen estado: Los aparatos que queman combustible deben ser revisados regularmente por profesionales.
- Ventilar los espacios cerrados: Nunca uses estufas o calefactores a gas en habitaciones sin ventilación.
- Estar atento a los síntomas: Dolor de cabeza, mareos, náuseas y confusión pueden ser señales de intoxicación.
El monóxido de carbono representa un ejemplo claro de cómo nuestras adaptaciones evolutivas pueden tener consecuencias inesperadas en el presente. Aunque su toxicidad está vinculada a características moleculares heredadas de nuestros ancestros, hoy en día conocemos sus riesgos y cómo prevenirlos.
Este conocimiento no solo nos ayuda a entender mejor nuestra biología, sino también a tomar medidas prácticas para evitar accidentes y proteger nuestra salud.