En los últimos años, se han puesto sobre la mesa un sinfín de alternativas al modelo económico dominante. Verde, azul, circular, del bien común, colaborativa, positiva, de los cuidados… La lista es casi interminable, aunque todas ellas tienen algo en común: trasladan el foco del puro beneficio económico a la protección del medio ambiente y el bienestar de las personas.
Seguro que te suenan. Si no todas, al menos, algunas de ellas. Nos referimos a las «nuevas economías». Su presencia en los medios de comunicación y los foros profesionales se ha generalizado en las últimas décadas, especialmente a raíz de la crisis económica de 2008 y ganando cada una de ellas más o menos protagonismo por oleadas. La economía colaborativa, por ejemplo, vivió su gran boom en los primeros años de esa gran recesión, mientras que, ahora que ya está consolidada, escuchamos más hablar de otras tendencias, como la economía circular.
Sea como sea, entendemos las «nuevas economías» como aquellas propuestas económicas que se postulan como alternativas al modelo actual y que pretenden dar respuestas a los grandes retos sociales y medioambientales, así como a las oportunidades que plantean las nuevas tecnologías y la propia innovación social.
Lo cierto es que son numerosas y, a menudo, las fronteras entre ellas son difusas, hasta el punto de que es fácil encontrar iniciativas y empresas que beben de varias de estas corrientes a la vez. Pero, incluso así, hoy vamos a intentar arrojar luz sobre algunas de ellas. ¿Nos acompañas?
Economía verde, azul y circular
La economía verde es posiblemente la que te resulte más familiar de toda esa gama de «nuevas economías». Según el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) es “aquella economía que resulta en un mejor bienestar humano y equidad social, reduciendo significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas”. Nació como respuesta a la «economía marrón» (centrada en la obtención de beneficios a corto plazo, sin tener en cuenta la desigualdad social o el agotamiento de los recursos) y de ella, se derivaron, por ejemplo, los primeros planes para reducir el consumo energético o la huella de carbono de numerosas empresas.
La idea central de la economía verde es preservar el capital natural invirtiendo en él, generar empleo a través de estas actividades económicas y reducir la pobreza, algo que requiere de inversiones tanto privadas como públicas. Esto último, sin embargo, ha sido considerado por muchos expertos como la principal barrera para su desarrollo y es una de los argumentos utilizados para defender la economía azul como una alternativa más viable y realista.
El concepto de economía azul fue acuñado por el empresario y economista belga, Gunter Pauli, y busca copiar a la naturaleza para llegar a ser tan eficiente como ella. De este modo, lanza propuestas como que las demandas de la población se satisfagan con productos y recursos locales o que cualquier residuo pueda convertirse en materia prima para otros usos.
Esto último nos conecta con la economía circular. Esta se presenta como alternativa al modelo lineal de producción y consumo actual, aquel que nos lleva a usar materias primas para crear productos que, una vez finalizada su vida útil acaban en un vertedero (el patrón: extraer – fabricar – desechar). Fijándose de nuevo en el ciclo de la naturaleza, en el que nada se desperdicia, la economía circular propone crear ciclos cerrados, en los que no hay desperdicio y todo se puede reparar, reutilizar o reciclar.
Si te interesan las propuestas económicas alternativas que se centran en la sostenibilidad medioambiental, también te puede interesar indagar un poco más en la economía de rosquilla o doughnut economics, la economía regenerativa y la economía de la funcionalidad.
Economía del Bien Común
Por su parte, la Economía del Bien Común (EBC) se basa en la necesidad de introducir en las prácticas económicas y empresariales todos los aspectos sociales y ambientales que quedan fuera de las prioridades del modelo actual. Fue fundada e impulsada por Christian Felber, profesor de economía de la Universidad de Viena, quien propone un cambio de valores: pasar de la búsqueda del beneficio económico y la competitividad a la cooperación, la confianza, el aprecio, la democracia y la solidaridad. En la práctica, esto se traduce, por ejemplo, en cambiar la forma de medir el éxito de las empresas a través de una nueva herramienta: el Balance del Bien Común.
La EBC nos recuerda en muchos aspectos a las economías cooperativa, social y solidaria (lo que algunos expertos denominan Tercer Sector) y nos pone sobre la pista de las conocidas como Empresas B o B Corporations que, a diferencia de las compañías que sólo persiguen fines económicos, cumplen con los más altos estándares de desempeño social y ambiental, transparencia pública y responsabilidad legal.
Economía de los cuidados y plateada
Cerca de un 10% de la población mundial tiene 65 años de edad o más; un porcentaje que casi se ha duplicado en las últimas seis décadas. Este cambio demográfico tiene un impacto muy significativo a nivel social y económico ya que tenemos que ser capaces de dar respuesta a las demandas de esa parte de la población. De él, nacen dos derivadas.
La silver economy o economía plateada se centra en todos aquellos productos y servicios destinados a los mayores de 50 años. El aumento de la esperanza de vida hace que sectores como la salud, la automoción o el turismo se fijen en lo que se conoce como el mercado senior: un sector de la población que tiene un poder adquisitivo elevado, está libre de cargas económicas, y, a la vez, dispone de más tiempo para cuidarse, viajar y disfrutar del ocio y la cultura.
La otra cara de la moneda es la economía de los cuidados y que, como su propio nombre indica, llama la atención sobre las necesidades especiales de atención a la población más envejecida, pero también dependiente en general, como la infancia o las personas con diversidad funcional. Esta propuesta busca el reconocimiento y apoyo a esos tipos de actividad económica (Cocina, limpieza del hogar, atención médica y psicosocial…) caracterizados, en muchos casos, por la falta de beneficios y protecciones, los bajos salarios -o incluso la ausencia de compensación económica-, y el riesgo de sufrir daños físicos y mentales, y que suelen recaer de manera muy significativa sobre las mujeres, contribuyendo a la continuidad de las desigualdades de género.
Propuestas económicas para las personas y el planeta
Como puedes observar, cada una de estas propuestas tiene matices en los que merece la pena (y te recomendamos) profundizar, aunque, más allá de sus diferencias, nosotros nos quedamos con lo que todas estas corrientes y tendencias tienen en común: su interés por poner la economía al servicio de las personas y del planeta. Algo que, por cierto, no podemos postergar más.
Fuente: fibes.es