Cubrir el Sáhara de paneles solares es un proyecto tentador. “Simplemente funciona”, argumenta Elon Musk, uno de los empresarios que lleva tiempo rumiando la idea. Pero un estudio publicado esta semana advierte de que construir una granja solar gigante en el desierto del Sáhara reduciría la cantidad de sol que reciben los paneles solares de otras regiones.
Una granja solar puede ser demasiado grande. El planteamiento suena absurdo. La energía del sol es ilimitada a escala humana, no es un recurso finito como el carbón, el petróleo o el gas.
Sin embargo, la reciente investigación de científicos chinos y británicos muestra que, a partir de cierto tamaño, las granjas solares se vuelven lo suficientemente grandes para modificar el clima.
La explicación. Los paneles fotovoltaicos son de color oscuro y, por lo tanto, absorben mucho más calor que la arena del desierto. Solo una fracción de esa energía se convierte en electricidad (el récord actual es un 33,9%, y usando una tecnología que aún no está desarrollada). El resto de la energía calienta las placas.
Si se instalaran millones de paneles solares en el Sáhara, la nueva fuente de calor desplazaría las precipitaciones fuera de los trópicos y cambiaría los patrones de las nubes, según el estudio, lo que en última instancia afectaría a la cantidad de energía solar que puede generarse en el resto del mundo.
Habría perdedores, pero también ganadores. Mediante simulaciones avanzadas, el estudio muestra cómo una instalación solar gigante en el Sáhara reduciría las horas de sol en el norte de África, el sur de Europa, Oriente Medio, la India, el este de China, Japón, Australia oriental y el suroeste de Estados Unidos.
Estas regiones producirían menos energía solar, pero al mismo tiempo verían reverdecer sus regiones áridas (incluyendo el desierto del Sáhara, que volvería a ser poco a poco como era hace unos 5.000 años). Las simulaciones también muestran un aumento en la cantidad de luz que reciben Sudamérica y América Central, el Caribe, el centro y el este de Estados Unidos, Escandinavia y Sudáfrica.
Con matices. El estudio se hizo imaginando una granja solar realmente grande que cubriera el 20% del desierto del Sáhara. Aun así, su influencia en el clima sería limitada: los países escandinavos seguirían siendo fríos y generalmente nublados, y Australia seguiría siendo cálida y generalmente soleada. Pero verían un aumento y una reducción de un 5% en su producción de energía solar, respectivamente.
Si acabáramos construyendo granjas solares más pequeñas en el Sáhara, como del 5% de su extensión, los efectos en el clima serían insignificantes, admiten los científicos. En cualquier caso, vale la pena considerar las consecuencias globales de estas instalaciones mesiánicas, por si en el futuro acabamos cubriéndolo todo de células fotovoltaicas para aprovechar la energía ilimitada del sol.
Fuente: Xakata