Los desafíos ambientales ya forman parte de cualquier agenda a nivel mundial y la inteligencia artificial (IA) se erige como una herramienta fundamental para la Sostenibilidad global.
Desde la optimización de procesos industriales hasta la gestión eficiente de recursos, la IA se ha convertido en una aliada indispensable para abordar los problemas medioambientales.
La sostenibilidad global exige una cooperación internacional sin precedentes. La IA puede ser un facilitador crucial al permitir el intercambio de datos y conocimientos a escala global. Sin embargo, esta apuesta no está exenta de importantes riesgos y desafíos. De cómo se afronte este nuevo paradigma, dependerá el resultado final, que podría ser tan positivo como negativo si la IA no se despliega en la correcta mesura.
La IA debe ser vista como una poderosa herramienta capaz de llevar a cabo cálculos y predicciones que ayuden al humano en la toma de decisión de una manera más eficaz rápida.
En ese sentido, es probable que desplace a muchos de sus trabajos diarios. Todo aquello que la máquina pueda hacer en automático, reduciendo la tasa de error, aumentando la velocidad de ejecución y/o mejorando la precisión del cálculo es lógico pensar que acabará siendo copado por la IA. No tiene sentido ya la fuerza humana cuando esta está claramente superada por la de la máquina. Pero eso no significa que el ser humano no deba mantener su posición de mando y control. Al fin y al cabo, la IA es una herramienta, y como tal debe entenderse. Es bajo esta visión como debe abordarse su implementación en cualquier ámbito.
No en vano, la IA puede ser el catalizador para la transición hacia fuentes de energía renovable, algo que tras 28 ediciones de negociaciones en la COP no ha sido posible estandarizar.
La predicción precisa de la generación de energía, la gestión eficiente de la red eléctrica y la optimización de la demanda pueden ayudar a maximizar la eficiencia en el uso y consumo de esta.
La IA también desempeña un papel crucial en la optimización de la utilización de recursos. Algoritmos avanzados permiten un análisis profundo de datos, facilitando la identificación de patrones y tendencias en el consumo recursos y posibilita la toma de decisiones informadas para reducir desperdicios y mejorar la eficiencia.
En la era de la información, la recopilación y análisis de datos masivos en tiempo real son esenciales para comprender y abordar los problemas ambientales y este es el fuerte de la IA, algo que resulta vital para la adopción de medidas preventivas eficaces.
La capacidad predictiva de la IA se extiende a la anticipación de desastres naturales y la gestión de crisis medioambientales, gracias a modelos avanzados que pueden prever inundaciones, incendios forestales u otros eventos extremos, permitiendo una respuesta más efectiva y la protección de comunidades vulnerables.
La IA puede ayudarnos a tomar decisiones basadas en datos y en conocimiento, eliminando sesgos y prejuicios a la hora de abordar aspectos importantes que requieren de una visión global y múltiple.
Sin embargo, el avance acelerado de la IA conlleva la posibilidad de riesgos significativos, desde la pérdida de empleos tradicionales debido a la automatización hasta la creación de algoritmos sesgados que refuerzan o aumenten desigualdades.
Una inadecuada aplicación de la IA, ya sea por malicia o por descontrol, puede generar consecuencias negativas y contribuir a la fractura social.
Además, para que la IA resulte útil requiere de gran cantidad de datos. El cómo y de dónde provienen es otro de los aspectos a tener en cuenta para no vulnerar los derechos de intimidad y de privacidad.
Por otro lado, la dificultad de la trazabilidad y conocimiento de cómo la IA lleva a cabo sus cálculos, tanto por la complejidad en si misma como por la falta de transparencia en otros casos, puede suponer un problema a la hora de determinar el grado de fiabilidad asó como la responsabilidad derivada de una mala predicción. Considerar la infalibilidad de los resultados de cualquier cálculo hecho con IA es un error común que puede desencadenar en tomas de decisión erróneas, atendiendo a que incluso los algoritmos más precisos cuentan con un error de predicción a tener en cuenta.
Recientemente, se ha impulsado desde Europa la creación de regulaciones en materia de IA. En concreto, este año 2023 será recordado por el año en el que vio la luz la primera ley sobre IA en todo el mundo, la IA ACT.
Aun en desarrollo y con un horizonte de puesta en marcha para 2026, plantea un ambicioso plan para garantizar que estos y muchos otros riesgos están bajo control, nunca exentos. Sin embargo, el éxito de estas medidas dependerá de la aceptación global de mercados, entidades y personas y su replicación en otros países.
A medida que la inteligencia artificial se convierte en un motor crucial para impulsar la sostenibilidad global, surgen inquietudes éticas y legales que deben abordarse con diligencia. Por muy interesante, excitante y esperanzadora que resulte la IA, la intersección entre la tecnología y la responsabilidad social plantea desafíos que requieren una cuidadosa reflexión y regulación.
Sergio Colado
Miembro del Comité Ejecutivo de la Red del Pacto Mundial de Naciones Unidas España